En un jardín lleno de vida, una semilla, no más grande que un grano de arena, pero con un corazón lleno de sueños, aterrizó suavemente en la tierra fértil.

¿Quién sabrá de dónde vino? Quizás fue llevado por el viento, danzando por el cielo, o quizás llegó en el pico de un pájaro, tan curioso como él mismo. Esta pequeña semilla era un misterio para todos en el jardín, pero con cada gota de lluvia, abrazaba la fuerza de la vida, creciendo un poco más cada día.

Oculto bajo la tierra, se asomó al mundo de arriba, hasta que, incapaz de contener más su curiosidad, brotó, revelándose como un hermoso y vibrante brote.

Siempre que brillaba el día, esta sesión se extendía al sol. Se estiró cada vez más, hasta que le crecieron las hojas.

Un día, después de crecer tanto (gracias al agua de lluvia y la luz del sol), el brote se convirtió en flor.

Pero, para sorpresa de todos los que frecuentaban ese jardín, esta flor se destacó entre las demás.

No se parecía en nada a los demás... No tenía pétalos de colores. De hecho... ¡no tenía ningún pétalo! En su lugar crecieron nubes esponjosas, blancas como la nieve. ¡Tan lindo y suave como el algodón de azúcar!

Los visitantes del jardín decidieron llamarlo así: FLOR DE ALGODÓN.

Un día, el viento sopló con tanta fuerza que las nubes que brotaban de la Flor de Algodón volaron por los aires.

Todos permanecieron inmóviles y observaron cada giro, pero rápidamente se dieron cuenta de que estaban presenciando un espectáculo de pura magia.

En el aire, con la fuerza del viento, las nubes de algodón se fueron entrelazando, tomando nuevas formas y colores. ¡Se transformaron en infinitas posibilidades!

De una simple y misteriosa semilla brotó una flor (de algodón). De esta flor voló el algodón y de él nacieron ropa, mantas e incluso juguetes.

Qué hermoso se ha vuelto el mundo gracias al agua de lluvia, al sol y a la fuerza del viento.

Sin ellos, la pequeña semilla nunca habría florecido y como tal, nunca se habría transformado en todas esas cosas maravillosas.

Cada elemento de la Naturaleza juega un papel crucial y por eso es tan importante proteger nuestro Planeta. Para que sigan creciendo nuevas semillas, diferentes a todas las demás, que nos darán sus brotes y flores.

La diferencia en cada uno de nosotros puede resultar en grandes cambios.

¡Unidos tenemos la fuerza para proteger el mundo!